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EL MILAGRO DEL AGUA

La historia del riego en Mendoza hunde sus orígenes en la noche de los siglos.  Pueden diferir las teorías en cuanto al tipo de aprovechamiento que hayan realizado los huarpes, primitivos habitantes naturales de estos valles; pueden diferir los estudios que tienden a establecer el grado de influencia que puedan haber alcanzado durante la dominación incaica.  Lo cierto es que, para haber hecho efectiva la ocupación del oasis mendocino, fue necesario que estas tierras tuvieran un sistema de regadío y aprovisionamiento de agua.

    Las primeras reglamentaciones y la Ley de Aguas

La valoración y aprovechamiento del agua es algo que los primeros habitantes de estas tierras aprendieron muy pronto. Desde los primeros años de la fundación de la ciudad de Mendoza hacia 1566,  ya se había reglamentado el uso y cuidado de los cauces de riego, como funciones propias que debía cumplir el Cabildo. En 1606 se creó el cargo de Alcalde de Aguas, primera autoridad encargada del riego y distribución del agua, en los años siguientes,  los españoles designaron  a las demás autoridades encargadas del riego.

Afianzada la independencia, el gobernador de Mendoza Pedro Molina, hizo reglamentar las tareas y los cargos de tomero general y de teniente general de aguas. En las dos últimas décadas del siglo XIX, es cuando en realidad, se alcanza el impulso necesario para regular la actividad del riego, hasta ese momento un tanto desordenada por la profusión de tomas de agua, principalmente en el río Mendoza.

Durante el gobierno de Arístides Villanueva se elevó a la Legislatura Provincial el proyecto de Ley de Aguas de la Provincia. Este proyecto quedó demorado en las Cámaras, hasta que recién con la gobernación del general Rufino Ortega alcanzó su aprobación definitiva.

Hacia 1894 se crea el Departamento General de Irrigación, que tras algunas modificaciones representa el origen del actual Departamento General de Irrigación, responsable de todos los cauces de riego de superficie y el contralor de la explotación de agua subterránea destinada a riego.


    Provisión de agua potable a la ciudad de Mendoza

La ciudad de Mendoza se abasteció con aguas del Challao desde los primeros tiempos de vida colonial, por medio de un canal descubierto de mampostería en piedra, desde las vertientes del Challao hasta las orillas de la ciudad, y desde este lugar la canalización continuaba subterránea, por un acueducto hasta la pila o fuente que se encontraba en el centro de la  Plaza Constitución, nombre original de la Plaza Mayor de la antigua ciudad de Mendoza, actualmente Plaza Pedro del Castillo.

Hacia mediados del siglo XIX la fuente con el agua del Challao ya no funcionaba, posiblemente por haberse destruido parte del acueducto y fue sustituida por una toma de agua  desde la acequia del Rey  (actualmente Canal Jarillal, que corre paralelo a la Avenida Boulogme Sur Mer), previa decantación que se realizaba en un depósito situado en una finca al oeste del paseo de la Alameda. Pero al ser ésta insuficiente a medida que iba creciendo la ciudad, también se proveía de agua de las acequias y canales, como el Canal Zanjón o el Tajamar (en la Alameda sobre calle San Martín) que respectivamente limitaban la ciudad por el este y el oeste.

Este sistema de servirse de agua de las acequias, que nacían de los canales y éstos a su vez del río Mendoza, continuó para la gran mayoría de los habitantes hasta aproximadamente el año 1876, en que se construyó un nuevo acueducto conductor de agua desde el Challao, que terminaba en el extremo oeste de la calle Unión, y desde el cual se extendía por caños de barro cocido para distribuir el agua en distintos puntos de la ciudad de Mendoza, por medio de surtidores públicos. 

Esta forma de distribución por cañerías de barro cocido, continuó hasta el año 1882, en que se reemplazaron por cañerías de hierro, puesto que las primeras se obstruían muy fácilmente con las raíces de los árboles y el material de arrastre, propio de la zona pedemontana.


    Provisión con agua filtrada del río Mendoza

En 1884 se construyeron  los primeros filtros que alimentaron a la ciudad de agua potable. Estos eran un recipiente de forma circular que servía para recibir el agua del Challao, estos filtros se utilizaron muy poco tiempo. Hacia fines de 1886, fue necesario abandonarlos por su escaso rendimiento y se construyeron dos filtros nuevos de una extensión mucho mayor, abasteciéndose de las aguas del canal Jarillal, que nace como una vertiente del canal Zanjón, en la zona de la Carrodilla.

Durante la gobernación de Tiburcio Benegas se dispuso la realización de importantes obras de irrigación para la provincia, entre las más destacadas fue la construcción del dique derivador proyectado y realizado por el ingeniero César Cipolletti, además de los diques Medrano, Gil, Carrodilla y Del Pilar, junto a numerosas obras menores. Hacia 1893 bajo la dirección del Ingeniero Cipolletti se construyeron los nuevos filtros situados en el actual departamento de Godoy Cruz, desde donde se proveía de agua potable no solo a la ciudad de Mendoza, sino también a parte de los departamentos de Guaymallén y Las Heras. 

En 1906 se empezaron a efectuar obras importantes destinadas a cambiar la fuente de alimentación, tomando agua del río Blanco, en Potrerillos, distante aproximadamente 52 kilómetros de la ciudad. Considerando que el agua del río Blanco era más apta que la del río Mendoza para la alimentación, de allí su justificación para ir a buscarla a distancias tan alejadas.

Durante el siglo XX puede afirmarse que no hubo administración gubernamental que no haya dejado sentir su impronta en la búsqueda de mejores recursos en la utilización del agua para riego.


TERESA ALICIA GIAMPORTONE

Prof. y Lic. en Historia
Prof. Adj. Cátedra Historia de Mendoza
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional de Cuyo

Email: teregiam@logos.uncu.edu.ar